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  La SeGuNdA PaRt D: BOUDICA, La GuErReRa BrItAnIcA.
 
En el año 60 d.C. o 61 d.C. mientras los romanos bajo el mando de su gobernador Cayo Suetonio Paulino estaban ocupados en una campaña contra la isla de Mona (Anglesey), refugio de Britanos rebeldes y gran centro druídico, los desairados Icenos junto a los Trinovantes y otras tribus, convocadas por la reina Boudica, conspiraron para levantarse unidas contra los romanos, eligiendo a la misma Boudica como líder de las tribus.
Boudica usando métodos de adivinación realizó una ceremonia en la que extrajo de los pliegues de su vestimenta una libre (animal sagrado para los britanos) liberándola. Interpretando la dirección en que corría la liebre invocó a Andraste, la diosa celta de la victoria, enardeciendo así aún más el ánimo de los insurrectos.
Dión Casio, en “Historia”, pone en boca de Boudica un largo discurso que, aunque inventado, si sirve para hacernos una aproximación de los sentimientos de los britanos hacia Roma.

 


 

Con su liderazgo sobre varias tribus britanas, entre cien mil y doscientos treinta mil guerreros se unieron y avanzaron hacia la Castra de Camulodunum (la actual Colchester), fortaleza romana situada en la antigua capital de Trinovantia. Los habitantes locales, resentidos con los soldados romanos por erigir un templo a Claudio a sus expensas y hartos del maltrato continuo a que eran expuestos por los legionarios veteranos establecidos en la ciudad, no hicieron nada para defenderlos y sabotearon las obras de fortificación y defensa que levantaban los romanos ante la llegada del ejército rebelde. Los soldados veteranos, pidieron refuerzos al procurador Cato Deciano, que sólo envió 200 auxiliares militares. El ejército de Boudica, cayó sobre la ciudad y la destruyó, los últimos defensores romanos fueron sitiados en el templo durante dos días hasta que finalmente fueron exterminados.

La legión IX Hispana, al mando de Petilio Cerial, fue enviada contra el ejército de Boudica en Camulodunum, pero cayó en una emboscada de los rebeldes Icenos, quienes los desbarataron por completo, matando a dos mil quinientos legionarios.

Entonces Boudica se dirigió entonces hacia Londinium. Suetonio Paulino logró llegar a la ciudad, y una vez allí descubrió que el culpable de todo, el procurador Deciano, se había formado su propia opinión sobre las posibilidades del ejército romano y ya había tomado un barco con rumbo a la Galia. Londinium no estaba fortificada y no estaba preparada para la defensa militar. Este fue el motivo por el que el gobernador Suetonio, ante la imposibilidad de defender la ciudad y desoyendo las reclamaciones de sus habitantes pidiendo la presencia de las tropas romanas, se retiró, dejando que Boudica incendiara y matara en masa a gran parte de la población rezagada y dejada a su suerte por los soldados romanos. Los que se atrevieron a combatir fueron despedazados y sufrieron las muertes más atroces. Boudica y su ejército no dejaron ni a los animales de trabajo a salvo, que una vez usados para conducir a los vencidos a los lugares de sacrificio, eran también degollados.

 
“Boudica no estaba interesada en hacer prisioneros o solicitar un rescate por ellos o ningún otro comercio de guerra. El enemigo fue atacado con matanzas, patíbulos, fuego y crucifixiones, como hombres que se cobraban la venganza que podían antes de que cayese sobre ellos el justo castigo” Tácito, "Anales". 
 

 

Dión Casio es aún más gráfico en su relato:

 

 
“Aquellos que fueron llevados prisioneros por los britanos se vieron sometidos a todas las formas conocidas de atrocidad. La peor y más bestial atrocidad cometida por sus captores fue la siguiente. Colgaron desnudas a las mujeres más nobles y distinguidas, les cortaron los pechos y se los cosieron a las bocas para que parecieses que las víctimas se las comían; después empalaron a las mujeres sobre unos pinchos puntiagudos que los atravesaron todo el cuerpo. Todo esto lo hicieron acompañándolo con sacrificios, banquetes y comportamientos inmorales, no sólo en todos sus lugares sagrados, sino en particular en la arboleda de Andraste. Éste era su nombre para Victoria, y la contemplaban con la reverencia más excepcional. Dión Casio, "Historia".
 
 

Suetonio Paulino tampoco llegó a tiempo para defender Verulanium (la actual Saint Albans), ciudad que también fue arrasada por el ejército rebelde, matando sin compasión a sus habitantes, odiados por sus congéneres por su colaboracionismo para con el Imperio Romano. Por fortuna, muchos de ellos pudieron huir refugiándose cerca de los campamentos romanos.
 
 

 

Tras estas derrotas, Roma contaba con unos setenta mil romanos y simpatizantes a manos del ejército de los Icenos.

Tras las victorias conseguidas, Boudica y su ejército decidieron permanecer en Verulanium. Suetonio Paulino llamó entonces a todas las legiones disponibles, la XI Augusta, la XIV Germana y la XX Valeria Victroix, además de una serie de auxiliares adiestrados rápidamente. Sin embargo no se sabe bien el motivo la XI Augusta, que era la más veterana en combate no llegó a tiempo, pues su comandante Poenio Póstumo no respondió a la llamada de su superior.
Con todas las legiones posibles bajo su mando, Suetonio, presentó batalla. El ejército romano estaba en inferioridad numérica, el campo de batalla escogido por el gobernador romano era un terreno con un desfiladero con paredes en terrazas protegiendo sus flancos y una suave pendiente descendente delante de ellos, mientras que a sus espaldas tenían un espeso bosque. Esto implicaba que el ejército romano no podía ser flanqueado por los britanos, pero también implicaba que los romanos en caso de perder, no podrían huir. Era el momento de vencer o morir.

 

 
Cada uno de los líderes arengó a sus soldados. Boudica por su lado, entre otras cosas, le gritó a su ejército que entonces era formado por doscientos mil efectivos: “...ganaremos esta batalla o moriremos! Eso es lo que yo, que soy mujer, me propongo hacer. Que los hombres vivan esclavos si lo desean...” 
 

Suetonio, a su vez exclamó: “...no temáis su espíritu rebelde. Su audacia nace de su temeridad, pero sin las armas ni la disciplina...Somos romanos y hemos conquistado el mundo gracias a nuestro valor...”

Cuando la infantería britana se dispuso a avanzar, Suetonio mandó formar a la parte media de la infantería ligera haciéndola avanzar a paso rápido, formando así una cuña respaldada por la infantería pesada y los auxiliares. De la poderosa cuña brotaban las puntas de las lanzas que atravesaban el cuerpo de los desprotegidos Icenos, que eran rematados después por las espadas romanas.
Los Icenos que esperaban un combate cuerpo a cuerpo, intentaron reorganizarse, pero mucho más indisciplinados y desordenados que los romanos para cuando consiguieron organizarse en un grupo para atacar, fueron sorprendidos por la caballería romana que los masacraba sin piedad.
La cuña romana llegó hasta los carros de los bárbaros, donde masacraron a las mujeres y niños, haciendo que los Icenos se desmoralizaran y perdieran toda perspectiva de la batalla.
Los romanos obtuvieron la victoria, y persiguieron a los Britanos que huían. En el campo de batalla quedaron los cuerpos de ochenta mil Icenos y apenas cuatrocientos romanos. Boudica, tras esta derrota, para evitar ser atrapada por los romanos, se suicidó con veneno. No se conoce la suerte que corrieron sus hijas, pero probablemente murieron junto a ella.

Según se cuenta, los rituales funerarios de Boudica fueron fastuosos y dignos de la gran guerrera que fue. Hoy en día se sigue desconociendo el paradero de su tumba, cosa que fomenta aún más su leyenda.

“Ella se vengó de los soldados romanos matando a una legión entera, pero tras una masacradora batalla, donde Boudica tenía una cantidad de luchadores (y también mujeres y niños) 4 veces mayor que las del general Romano Suetonio, no pudo contra su ingeniosa táctica estratégica, y la batalla fue una auténtica carnicería de britanos....y Boudica se mató para evitar la captura y la desgracia.”

 
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